En la primera parte de este artículo, la cual si no has leído, hazlo YA hablamos sobre cómo las diferencias en el estilo de vida actual han afectado nuestro sistema inmune. Ahora, en esta segunda parte te detallo las principales razones por la que nuestros abuelos y todo aquel que vivió en el siglo pasado, tenía un sistema inmune mucho mejor que el que gozamos tener estas nuevas generaciones.
1. Nuestros ancestros, llevaban una alimentación más natural.
Organismos genéticamente modificados, pesticidas, fertilizantes, aditivos alimentarios, en fin una gran cantidad de modificaciones en los alimentos a los que la mayoría de nuestros abuelos no estuvieron expuestos, y si lo estuvieron fue en menor proporción y a edades más avanzadas con un sistema inmune más fortalecido. Además de aprovechar una agricultura más orgánica, los abuelos comían animales más sanos, alimentados y criados con prácticas más reales y menos explotadoras, no eran inyectados con altas dosis de antibióticos ni hormonas ni tampoco se enfermaban tanto. Y, si bebían leche, era proveniente de estos animales, además de ser leche fresca y lejos de estar ultra pasteurizada o desnatada; porque la grasa realmente hace falta!.
2. Comían GRASA no procesada.
Ya en un artículo anterior les hablé sobre la importancia de consumir grasa por muchísimas razones, entre ellas nuestro sistema inmune y hormonal (estrechamente relacionados), que requieren GRASA y de la buena. ¿Sabías que en la época que nacieron tus abuelos no existían los productos “low fat” “0%” o “desnatados”?. Esta creciente epidemia de productos desnatados, ligeros, sucedáneos de grasas que a la final terminan siendo más procesados y artificiales que la grasa original, pura y buena. Además, si te fijas, las comidas de los abuelos se basan en alimentos con grasa: cocidos, potajes e incluso frituras pero con grasas buenas (no refinadas, prensadas en frío o grasas de animales bien alimentados). Las grasas son VITALES para un sistema inmune sano.
3. Comían local y de temporada.
Hoy en día podemos comer melón y tomate cuando es invierno y fresas y bayas en el verano. Cuando nuestros abuelos nacieron se comía de la estación, fresco, y más rico en nutrientes; ya que los alimentos de temporada suelen tener un mejor perfil nutricional. Además, lo que naturalmente se da en la temporada es justo lo que nuestro cuerpo requiere en ese momento del año.
4. Comían en casa, en un ambiente tranquilo, agradable y sin prisas.
En los años de los abuelos la mayoría de las comidas eran hechas en casa, con preparaciones de cocción lenta y era casi impensable comprar comida rápida. Los alimentos se consumían sentados en la mesa, normalmente en familia, en un ambiente agradable, ideal para la buena digestión y aprovechamiento de los nutrientes, y alejados del estrés y de agentes disruptores. Consumir alimentos enlatados, listos para comer o de cocción en microondas era casi un hecho imposible. ¡En fin, más alimentos frescos y nutritivos y menos procesados!.
5. Consumían calorías de calidad y no hacían dietas restrictivas.
Era difícil escuchar a nuestros abuelos hablando sobre calorías y dietas, de hecho, hoy día muy pocos aún lo hacen. Y efectivamente, ellos podían llegar a consumir alimentos muchas veces más calóricos, pero también más nutritivos y aun así lograban mantener un peso saludable. ¿Por qué? Un metabolismo activo, un sistema inmune bajo control, unas hormonas en correcto funcionamiento y una vida sin estrés crónico pueden explicarlo.
6. Medicamentos, lo justo y necesario.
¿Cuántas veces nuestros abuelos tomaban un ibuprofeno con un dolorcito de cabeza o antibióticos en los primeros signos de resfriado o infección?. Debemos recordar que todos los medicamentos resultan una carga adicional para nuestro hígado y que muchos de ellos, como los antibióticos perjudican nuestro sistema inmune y dañan la flora intestinal. Claro que son necesarios, pero su uso indiscriminado nos hace cada vez más vulnerables a más enfermedades. Con los años, le hemos perdido la fe a la autocuración, a tratar de entender la raíz del problema y no sólo a curar el síntoma. Nuestros abuelos, aprovechaban también las bondades de la fitoterapia, con ramas y plantas curativas y las típicas infusiones que ayudaban a calmar muchas dolencias que hoy día solucionamos con una píldora.
7. Una vida con menos estresores crónicos.
Hoy en día vivimos en la era de la “eficiencia”. Tratar de hacer lo máximo posible en el mínimo período de tiempo. Mientras más rápido, productivo y menos tiempo y recursos utilices pues eres catalogado como “superior” en la sociedad. Todo lo resolvemos en un “click”, pero realmente ¿Esto no está ayudando?.
Nuestros abuelos vivieron en una época donde todo era más lento, manual y requería de un mayor tiempo y esfuerzo, pero lejos de dejar de sentirse productivos, nuestros abuelos no sufrían de ese tipo de estrés continuo y crónico por competir y sobresalir.
8. Menos higiene y más contacto con el mundo exterior.
Desde productos de limpieza, hasta antibacteriales por todos lados. Si bien es cierto que debemos protegernos contra la gran cantidad de bacterias, parásitos, hongos, virus y otros microorganismos patógenos presentes en el ambiente; también es cierto que el exceso de higiene y la no exposición a sustancias o agentes potencialmente “peligrosas” hace que nuestro sistema inmune no se eduque ni cree defensas o “anticuerpos” contra estos. Nuestros abuelos, hacían la mayor parte de su vida al aire libre, jugaban en la tierra y hasta comían frutos de los árboles con la mínima higiene. Todo ello, los hizo más fuertes y con un sistema inmune realmente bien educado.
Sanar es una cuestión de tiempo, pero a veces también es cuestión de oportunidad.-Hipócrates.
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Con amor,
Gabriela Pocovi